- ¿Cuán grande puede ser un hombre pequeño? -requirió el indigno consultante, que no reparó en que Su Extrema Sabiduría estaba tomando su frugal desayuno, consistente en moscato, pizza y fainá, mientras escuchaba un blues en español.
- Tanto como su sombra a mediodía -respondió Chup’un, felicitándose por su precognición salvadora, ya que, al atragantarse con una aceituna verde sin carozo, pudo hacerla correr con un generoso trago del noble líquido. Distinto hubiera sido el desenlace si una carocera hubiese anidado fatalmente en su glotis.
Frotando una mancha de salsa en su túnica anaranjada con una servilleta empapada con agua mineral sin gas, lo que denota la humildad de sus costumbres, dijo:
- ¿Qué te trajo aquí, al pie del Himalaya para quitarte de encima el temor de que mal haya?
- ¡Oh, gran conocedor del destino de los gases intestinales! ¿Cuál debe ser mi posición respecto del conflicto bélico de esos dos países que no pueden escribir las letras al derecho?
El Maestro miró al hombre de los grandes bigotes, la voz aflautada y de quien no se sabía si iba o venía.
- Lo primero es mantenerte lo más lejos posible, no sea cosa de que te den a ti.
- ¡Qué sabio! -murmuró el que no sabía si posternarse o permanecer de pie.
- Lo segundo es que debes buscar en tu corazón o en tu bolsillo.
- ¿Cómo es eso?
- Una cosa es si quieres obedecer a los dictados de la moral y de las a veces buenas costumbres y otra si lo que buscas es un beneficio.
- ¿Podrían ser las dos cosas?
- Sí, sí, pero eso es más caro.
El del cabello gris calculó el efectivo que llevaba (el Maestro solamente recibe contado, por cuestiones impositivas) y asintió, levantando los dedos índice y medio.
- ¿Eso implica que asientes al pack o vas a ponerte a cantar la marcha?
- La doble.
- Animal noble el tero, que grita en un lugar y pone los huevos en otro para que no se los rompan. Eso mismo es lo que debes hacer. Entonces, grita que te mantendrás neutral, ya que son dos naciones hermanas.
- Lo serán entre ellas, porque mías ni siquiera son parientes lejanos.
- ¡No interrumpas, píloro irritado! Luego, observa y si ves que enojas a los poderosos, te retractas y dices que fue una broma. Pasa por caja que allí te cobrarán. Di allí que es el combo 2.
El hombre se fue cabizbajo, mientras mascullaba:
- ¡Al final, gastar tanta guita para que me diga que haga lo que siempre hago!
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