domingo, 25 de junio de 2023

Desorientación

El anciano de huesos crepitantes no escuchó llegar a Su Inmensa Nimiedad, simplemente porque El Que Lo Sabe Todo Pero No Dice Nada ya estaba allí, entre los matorrales de la entrada de la humilde vivienda de treinta y cinco habitaciones y dos baños, uno de ellos reservado para el venerado, lo que hacía dificultosa la estancia en ella de los múltiples visitantes, sobre todo porque las comidas, abundantes en frutas verdes, hacían imperioso hallar cierto sosiego a escaso tiempo de su ingesta.

- Así aprenden el desprendimiento de lo material -solía decir el Iluminado Sin Cortes. Y agregaba: -No es oportuno salirse de los senderos para recorrer el parque circundante, sobre todo de noche. Y no, los seres que apreciáis allí, junto a los árboles, durante las jornadas de celebración no son enanos ornamentales ni extraterrestres de baja talla.

Cuando se incorporó, terminó de poner en regla su túnica, mientras aventaba los restos de tierra con un gesto mayestático. Entonces vio al intruso.

- No lo oí -dijo el visitante

- Estaba arreglándole el potus a mi criada preferida -y señaló al arbusto que en ese momento se estremeció y detrás del cual apareció una robusta y proporcionada doncella, quien, sonrojada, se escurrió por la puerta de servicio aledaña.

Chup caminó los ocho pasos que lo separaban del trono coronado con amplio dosel para recibir consultas y se sentó en él. Un viejo reloj de taxímetro a su derecha comenzó a hacer tic tac cuando bajó la banderita metálica que tenía la inscripción de “Libre”, pero en sánscrito, según señalaba el Maestro, aunque algunos visitantes eruditos opinaran que más bien se trataba de una transcripción burda del guaraní, mientras hacía señas a su interlocutor para que se acomodara en una de esas sillas de jardín metálicas, pero carente de almohadón mitigador.

Una vez que el acólito acomodó su cólita sobre el tajante asiento, preguntó:

- ¿Qué te trae por estos lares, tan visitados por lores y por loros?

- Tengo un intríngulis chíngulis -dijo el veterano.

- Uuu -respondió el que sabe por viejo y también por diablo.

- Estoy más desorientado que brújula en el polo norte -continuó el visitante.

- Has llegado al GPS de la vida -afirmó El que Calla Pero no Otorga, y agregó: - Recalculando. Desembucha lo que traes en el buche, buchón.

El demacrado anciano agachó la cabeza, como si estuviera mirándose los zapatos, aunque por cuestiones de protocolo estaba en patas. Con voz trémula y compungida indicó:

- Sabrás, omnisciente Maestro, que estábamos festejando con tarta...

- ¿De jamón y queso? -interrumpió Chup, relamiéndose.

- No, con un candidato tartamudo. Y de repente, una ventolina se llevó todo y cambió la perspectiva. Antes tenía miedo de perder...

- ¿Y ahora?

- También de ganar. No sé qué hacer ni a quién votar.

El Faro Universal de Fe a Pilas se mesó la inexistente perilla, afeitada tras un incidente con un sacapuntas de escritorio. Se hizo un silencio espeso, tanto que apenas se oía rumiar a sus gases intestinales, los que en una ocasión hicieron recular un león, cuestión que habla de lo estentóreo de sus acomodamientos. Pero esa es otra historia a narrar en oportunidad más propicia.

Finalmente, Su Inmensidad Omnisapiente (decía ser el poseedor de la voluntad de todos los sapos del universo) realizó un gestito de idea y espetó, llevándose la mano al corazón:

- Verme que has venido a verme, angustiado por tu futuro rastrero: sigue el dictado de tu órgano bombeador (me refiero al del pecho). Y si el mismo es muy dictador, lee el capítulo 8, versículo XVI, de mi obra “El simulcop del pensamiento”, que comienza con: “Oh, protoplasma ectópico universal, ilumina mi pensamiento, si no, corto mano, corto fierro y cuando te mueras, que vayas al infierno”. Botarate, bota el voto al bote de la conveniencia.

Mientras quitaba la mano de su pecho, donde estaba su billetera, gritó hacia la entrada del templado templo:

- Sale un Bolu 2. Solo se aceptan dólares. Próximamente yenes.

Y el Supremo no de Pollo adoptó la posición de Loto, pensando cuáles eran los números a jugar. El que Lo Sabe Todo, sin embargo, tiene problemas con las matemáticas.


 

El renunciamiento

 

Un hombre de rancio bigote y expresión cansada llegó hasta el Maestro del Loto Menguante llevando su guitarra colgada a la espalda y una estampita de San Lito Nebbia en la mano, tarareando por lo bajo “Por qué me abandonaste, por qué, por qué”.
Chup, que estaba probando las bondades de un semillón espiritual realizado artesanalmente al ritmo del Pata Pata sobre su humilde columna de distanciamiento de la grasa popular de 120 metros cuadrados cubiertos, balcón, terraza y quincho, lo miró y exclamó con voz bastante pastosa de tanta espiritualidad:
- ¿Qué te trae por acá, ocelote desmanchado?
- El Tango 01 -respondió el otro.
- Tu cara me parece conocida. No me digas nada, que ya sé. ¿Sam Bigotes? ¿Cómo anda Bugs?
- No, no, Maestro -respondió el interpelado con pelo.
- Discúlpame, es que tengo los de contacto en el service.
Y mirando hacia adentro gritó:
- ¡Negra, traeme los bifocales que no veo un pororó!
Una mano oscura salió de detrás de la cortina de bambú portando los anteojos. El Sabio que Sabe por Viejo pero más Sabe por Diablo los tomó y se los puso.
- ¡Ahora sí! Te reconozco, tú eres el que quiso sacarle la silla a una dama y terminó sentado en el piso, con el huesito dulce partido y otros daños zonales que no menciono de puro caballero, nomás.
- El mismo que viste y al que calzaron.
- Bueno, ¿no es tarde para consejos?
- Sí, ya sé. Lo que quiero es que me des una excusa para mi abandono, una salida elegante, como para no quedar como rata escapando por tirante.
- Tengo la sensación de que hace poco vino otro tipo con la misma inquietud -dijo el Maestro, mientras quitaba una papa frita de su barba perilla, la introducía en su boca y la mascaba pensativamente.
- Un déjà vu.
- No, creo que argentino, uno que me regaló una reposera y hacía chistes bobos de fútbol. Sí, ya lo recuerdo. Era otro al que tampoco le daban los números ni para sereno del cementerio.
El Ser Resplandeciente del Cosmos apoyó el codo en la mesa, cerró el puño y sobre él recostó la barbilla, mientras entrecerraba los ojos. Gesto de concentración masallística, de sintonía universal en 6G (él no quiere quedarse 5G), de expansión de la conciencia al menos hasta Ezpeleta, casi se oía el frenético rechinar de las neuronas dentro del cerebro que recibía las instrucciones del Todo. Por fin, alzó la vista y dijo:
- Lo que necesitas es un corifeo de adulones que afirmen que tu renunciamiento es histórico, por el bien de tus compatriotas y para el renacer de la esperanza y que limpien el rastro de tus detritos parafraseando a un gran pensador al grito de “Fue sin querer queriendo”. Cachalote varado en las pútridas riberas de la política, pasa por caja.
- Pero, ¿qué haré con mi futuro?
- Pásale la cuenta a aquellos que beneficiaste. ¡Sale un combo 3! -dijo mirando hacia adentro y quitándose los anteojos, volvió a paladear la espiritualidad.

Guerra sin Maxi

 

- ¿Cuán grande puede ser un hombre pequeño? -requirió el indigno consultante, que no reparó en que Su Extrema Sabiduría estaba tomando su frugal desayuno, consistente en moscato, pizza y fainá, mientras escuchaba un blues en español.
- Tanto como su sombra a mediodía -respondió Chup’un, felicitándose por su precognición salvadora, ya que, al atragantarse con una aceituna verde sin carozo, pudo hacerla correr con un generoso trago del noble líquido. Distinto hubiera sido el desenlace si una carocera hubiese anidado fatalmente en su glotis.
Frotando una mancha de salsa en su túnica anaranjada con una servilleta empapada con agua mineral sin gas, lo que denota la humildad de sus costumbres, dijo:
- ¿Qué te trajo aquí, al pie del Himalaya para quitarte de encima el temor de que mal haya?
- ¡Oh, gran conocedor del destino de los gases intestinales! ¿Cuál debe ser mi posición respecto del conflicto bélico de esos dos países que no pueden escribir las letras al derecho?
El Maestro miró al hombre de los grandes bigotes, la voz aflautada y de quien no se sabía si iba o venía.
- Lo primero es mantenerte lo más lejos posible, no sea cosa de que te den a ti.
- ¡Qué sabio! -murmuró el que no sabía si posternarse o permanecer de pie.
- Lo segundo es que debes buscar en tu corazón o en tu bolsillo.
- ¿Cómo es eso?
- Una cosa es si quieres obedecer a los dictados de la moral y de las a veces buenas costumbres y otra si lo que buscas es un beneficio.
- ¿Podrían ser las dos cosas?
- Sí, sí, pero eso es más caro.
El del cabello gris calculó el efectivo que llevaba (el Maestro solamente recibe contado, por cuestiones impositivas) y asintió, levantando los dedos índice y medio.
- ¿Eso implica que asientes al pack o vas a ponerte a cantar la marcha?
- La doble.
- Animal noble el tero, que grita en un lugar y pone los huevos en otro para que no se los rompan. Eso mismo es lo que debes hacer. Entonces, grita que te mantendrás neutral, ya que son dos naciones hermanas.
- Lo serán entre ellas, porque mías ni siquiera son parientes lejanos.
- ¡No interrumpas, píloro irritado! Luego, observa y si ves que enojas a los poderosos, te retractas y dices que fue una broma. Pasa por caja que allí te cobrarán. Di allí que es el combo 2.
El hombre se fue cabizbajo, mientras mascullaba:
- ¡Al final, gastar tanta guita para que me diga que haga lo que siempre hago!

Vacunatio Cuestionis

 

-¿Maestro? -dijo un turista de las salvajes pampas corroídas por la soja y los transgénicos-. ¿Puedes dejar de rascar las dos partes cuasisimétricas de tu anatomía y brindarme una nimia gota de tu sabiduría?

Desde la proverbial hamaca colgante de Su Inmensa Dignidad de un metro cincuenta, con su voz impostada, cual un cantante de tango aflautado expresó:
-Seee.
Y en un movimiento consonante con la rotación universal, bajó de su proverbial hamaca colgante, en un gesto sincronizado con sus partes ídem.
-Ser de Luz no Intervenido por Edesur, ¿qué es lo que debo hacer para esquivar el maligno virus que infecta el orbe?
-La voluntad del Señor es insondable. De hecho, le han puesto sondas anales sin que se hayan registrado los orígenes de su majestad, aunque sí algunas ventosidades recurrentes, y hasta los más robustos proctólogos han querido llegar a sus profundidades sin lograrlo.
-¿Y eso qué significa?
-¡Verme indigno siquiera de la mirada del avatar que nunca va avotar! ¿No te das cuenta? Debes esperar a la vacuna.
El orate que había participado de las marchas cuanta cuenta troll lo había invitado amuchó sus dedos, menos el meñique, refractario a la unidad, y expresó:
-¿Cómo debo interpretar eso?
Amoscado, Su Inconmensurable Indignidad bramó:
-¿Acaso no has leído el “Mauritius Reposivetantis Garconitis”? El virus es un regalo del semidiós reculante Barbensis, quien dijo “Aquel que moja sus barbas me produce paspaduras, que paspan y duran”, antes de que condenara a los amarillenses a cocerse en su propia estupidez. Hace siglos que vienen vacunándote con jeringas de distinto calibre y manufactura y tú sigues creyendo que son la iniciación para tu salvación, que duele pero vale. El mejor salvado es el de la galleta. Sigue detrás de banderas de los poderosos que te hará la cosa un oso, que es gordo y celoso y en el barrio le dicen el que tiene el coso.
Tras lo cual el avatar que dice lo que querés escuchar suspiró: “Son cien dólares, que pase el bolu... el creyente que sigue”.

Alguien K

  El que todo lo sabe pero calla para no ser imputado como cómplice disfrutaba de un piscolabis a base de fernet, cuando el sistema de vigil...